¿Existen las galletas saludables?
Quizás por su apariencia, fina y crujiente, las galletas han tenido desde siempre mejor fama que el resto de productos de repostería industrial. Se asocian a desayunos y meriendas infantiles fáciles y se ven con mejores ojos por parte de los padres que una napolitana o un cruasán, pero la realidad es que los ingredientes son muy parecidos. Un estudio de OCU advierte de que ocho de cada diez galletas infantiles no son saludables. De las 305 galletas infantiles seleccionadas por la organización de consumidores, 253 obtienen una valoración D o E, la más baja en Nutriscore. Solo 15 galletas consiguen una A o una B y corresponde por lo general a las tradicionales galletas tipo María sin azúcares añadidos, pero con edulcorantes. Precisamente el exceso de azúcar es lo que más penaliza la valoración nutricional de las galletas: de media, uno de cada tres gramos de producto son directamente azúcares. Y las que lo sustituyen por edulcorantes suelen utilizar polialcoholes, «un tipo de edulcorantes cuyo consumo puede tener efectos laxantes, más en niños si cabe por su bajo peso corporal», advierten desde la OCU. El resto de ingredientes, según el análisis de la organización de consumidores, no son de mucha mejor calidad: grasas saturadas, que pueden sumar otro tercio del peso; harinas refinadas, aromas y aditivos. En opinión de las dietistas-nutricionistas consultadas por ABC Salud, se trata de productos ultraprocesados y su consumo, incluso el de las etiquetadas con la A o B de Nutriscore, debería ser ocasional. «No tiene que ser un alimento de frecuencia habitual porque no tiene una buena calidad nutricional. Es un producto prescindible», señala Lali Garcés, miembro de la Comisión de Sanidad del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (CODiNuCoVa). La experta apunta a que el consumo de galletas está tan asentado, que se encuentra con padres que le preguntan cuáles pueden darle a sus hijos incluso antes de que prueben la fruta. «No hay necesidad de que coman galletas. A nivel nutricional, desde que comienza la alimentación complementaria, deberíamos empezar a darles opciones de buena calidad como la fruta de temporada y cercanía», asegura. Esta experta avisa de que el riesgo de ofrecerles desde muy pequeños productos muy dulces, como los zumos, las galletas y otro tipo de bollería industrial, es que su paladar se acostumbra a un nivel de azúcar que hace que luego rechacen otros alimentos de buena calidad como las verduras, frutas y legumbres. Ni siquiera aquellas galletas que presumen de su contenido en fibra o en vitaminas y minerales merecen la pena. «Esas vitaminas y minerales las puedes obtener de alimentos frescos, y la fibra, de mejor calidad, la encontramos en verduras, frutas o cereales integrales», apunta Garcés, a la que no le parece mal que las galletas puedan estar en un desayuno o merienda eventual, pero no como algo diario. Y además hay otro problema: que en muchos casos el niño no toma solo esas galletas sino que también ingiere zumos, lácteos azucarados, otros bollos... y todo suma. Los riesgos de una alimentación con un exceso de azúcares van desde el sobrepeso y la obesidad hasta la resistencia a la insulina. Tampoco es mucho mejor si el producto lleva edulcorantes para sustituir el azúcar. «No sería lo ideal. No tiene la carga de azúcares pero siguen aportando otros nutrientes de baja calidad y nos acostumbran a ese sabor dulce artificial que hace que luego la fruta sea más difícil de aceptar», concluye. Hechas en casa Incluso si optamos por hacerlas en casa, con ingredientes de calidad (cereales integrales, aceite de oliva, mantequilla, huevos, cacao puro, frutos secos, leche, menos azúcar...), no dejan de ser repostería y, como tal, deberían tomarse de forma ocasional. «No se trata de prohibir este tipo de productos, pero tampoco hace falta ofrecerlos. La comida no tiene que utilizarse ni como premio ni como castigo», aconseja. En este sentido, Ana Márquez Guerrero, dietista-nutricionista de Nutrisana Educación, tampoco entiende que en los hospitales se continúen ofreciendo galletas, que son ultraprocesados, en desayunos y meriendas a los pacientes. «Es algo desacertado. Una cosa es puntualmente, pero no todos los días. Hay otras opciones sabrosas y buenas como por ejemplo las frutas, los frutos secos o el yogur con dátiles, en función de las características del paciente», opina. La OMS recomienda que el consumo diario de azúcares libres no sobrepase los 25 gramos. «Haga el cálculo de cuánto se está tomando con tres galletas», recomienda Márquez. La experta también aconseja fijarse en la calidad de las grasas que se utilizan: «preferiblemente aceite de oliva o aceite de girasol alto oleico, el resto no nos interesa»; y en la calidad y el tipo de cereales (mejor integrales). Alternativas más nutritivas Hay vida más allá de las galletas y sin complicarse mucho la vida. Las expertas consultadas recomiendan frutas, bocadillos de queso, de tortilla francesa o de hummus; huevo cocido, yogur natural, leche natural, batido casero de fruta madura y leche, o cantimplora de agua. «Nada de zumo si se llevan galletas o bizcocho, que ya tiene sus gramos de azúcar», concluye Márquez.
Fuente Salud https://ift.tt/33ZmlZC
via abc.es
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