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La presencia de mercurio en alimentos reduce la eficacia de los antibióticos

La presencia de poblaciones bacterianas resistentes a antibióticos en el microbioma del suelo puede suponer un reservorio de resistencia a antibióticos que, potencialmente, puede transmitirse al ser humano a través del consumo de alimentos cultivados en ese suelo o a través del ganado alimentado por pasto expuesto a dicho contaminante, según ha comprobado un equipo de científicos de la Universidad CEU San Pablo. El equipo de investigadores ha analizado qué factores pueden alterar la calidad del suelo, empleando como bioindicador la presencia de bacterias resistentes a antibióticos que puedan suponer un riesgo potencial para la salud humana y para la eficacia de los tratamientos antimicrobianos. Actualmente, los estudios se centran en analizar cómo la presión de un contaminante de origen natural en el Distrito Minero de Almadén, como es el mercurio, puede favorecer la selección de cepas resistentes a antibióticos. Los resultados de la Tesis Doctoral de la profesora Marina Robas, coautora del estudio, ponen de manifiesto la existencia de un proceso de «selección-cruzada» (la resistencia a mercurio co-selecciona resistencia a antibióticos en las bacterias), particularmente cuando se ensayan los betalactámicos, es decir, la familia de los antibióticos más ampliamente usados en clínica, como la Penicilina. El grupo de investigación en biotecnología microbiana de la Universidad CEU San Pablo, compuesto por los profesores Marina Robas, Pedro Antonio Jiménez y Agustín Probanza, ha determinado cómo el tipo de manejo agrícola (orgánico o convencional) en plantaciones de vides tiene efectos sobre el perfil de resistencia bacteriano de las comunidades edáficas (del suelo). En este proceso, los investigadores han demostrado que existe un notable efecto antrópico sobre las comunidades microbianas en suelos en explotación, que favorece la persistencia de comunidades con un mayor nivel de resistencias a antibióticos; una resistencia que puede persistir aunque se retire la presión antrópica, dejando una «huella ecológica» en las comunidades edáficas. La Organización Mundial de la Salud alertó en 2018 que la resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud mundial , la seguridad alimentaria y el desarrollo. Puede afectar a cualquier persona, sea cual sea su edad o el país en el que viva, prolongando las estancias hospitalarias e incrementando los costes médicos y la mortalidad. El medio ambiente y su gestión son esenciales en cualquier programa o proyecto cuyo objetivo sea la minimización de la transmisión de la resistencia antibiótica. A día de hoy sigue siendo frecuente el empleo de abonos de origen animal sin que hayan sido convenientemente tratados, para fertilizar cultivos o alimentar animales en la acuicultura. La contaminación ambiental, por tanto, puede conllevar la selección de resistencia antibiótica y la diseminación de las propias bacterias resistentes o de su información genética a través de alimentos y aguas de consumo o irrigación, lo que puede facilitar la colonización e infección de animales y humanos. Sin duda, la presencia de bacterias resistentes o genes de resistencia en la cadena trófica supone, en nuestros días, un problema de salud pública global.

Fuente Salud http://bit.ly/2WqwBVQ
via abc.es

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