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La guía para manejar y frenar los ataques de ansiedad y de pánico

Quizá has pinchado en este enlace porque conoces los ataques de pánico, estás familiarizado con ellos. No hace falta entonces que te expliquemos esa sensación terrible que no se entiende hasta que se experimenta, y es a veces, en tu interior indistinguible de un ataque cardíaco o un aneurisma. Miedo, mareos, taquicardias, náuseas y ahogos.

Los más afortunados no los sufrirán prácticamente nunca, o como mucho alguna un ataque así. Otras personas, en cambio, tienen que lidiar con ellos varias veces al mes o incluso a la semana. La buena noticia es que no es algo con lo que tengas que vivir toda tu vida y pueden curarse. Pero para ello primero tienes que entender qué son.

Los ataques de pánico

Se trata de un fallo del sistema nervioso parasimpático durante el cual activa una respuesta de "lucha" o "huida" contra sí mismo. Él es el responsable de nuestras emociones, que ocurren cuando el cerebro estimula los impulsos eléctricos, es decir, cuando te sientes triste o enfadado es porque este sistema nervioso mencionado las está creando. Es un mecanismo de supervivencia, si por ejemplo vemos un tigre entre unos arbustos sentimos miedo, que es lo que nos hará huir. Si alguien nos grita nos enojaremos y responderemos igual, es la manera que tiene nuestro cerebro de garantizar que vivamos.

Los ataques de pánico (y todos los de ansiedad) son simplemente un fallo del sistema nervioso para regular tus emociones de manera apropiada. Es normal sentir miedo cuando el tigre viene a por ti, pero no cuando debes acudir a una fiesta. Pueden ocurrir por sí solos o como síntoma de otro diagnóstico (trastorno bipolares, estrés postraumático, etcétera), pero aun así la patología siempre será la misma. Es decir, tenga el diagnóstico que tenga, el ataque siempre será el mismo.

¿Cómo empieza?

Siempre es igual, el resultado de un círculo vicioso. Comienza con un factor que, por un motivo, te hace sentir miedo. Por ejemplo, has pasado unas noches malas y no puedes dormir, por lo que comienzas a temer el momento de irte a la cama por miedo a pasarlo mal. No sabes por qué reaccionas tan fuertemente a este temor, pero te preguntas: "¿Por qué me pongo tan ansioso? ¿Por qué tengo ganas de huir y esconderme?". Tu parte racional se desconcierta y comienza a crecer el miedo. Para no sentirlo te restringes: "No iré en avión / a fiestas ruidosas, porque sufriré un ataque de pánico".

A. López

¿Cuál es el problema? Que tienes miedo de tener miedo, por lo que siempre tienes miedo. Es por ello que hablábamos de un círculo vicioso. Una vez que te das cuenta de ello es cuando puedes romperlo.

Cómo frenarlo

Parece sencillo, pero no lo es en absoluto. Los ataques suceden cuando tienes miedo de tener miedo, por lo que debes dejar de tenerlo. Lo verdaderamente aterrador es que sientes, literalmente, que te estás muriendo. Pensarás entonces: "Lo mejor es intentar detener a toda costa el ataque". Lo cierto es que si tienes miedo de experimentar miedo, ya estás experimentándolo, por lo que quizá no debes intentar frenarlo a toda costa.

El problema de los ataques de pánico es ese círculo vicioso que te engulle, en el que lo que realmente acabas temiendo es al propio miedo

La escritora Megan Holstein explica en 'Medium' una serie de remedios que le sirvieron a ella: "Siempre me digo tres frases que me ayudan a calmarme. Mi problema fue con la comida. Cada vez que me daba un ataque de pánico pensaba que me estaba muriendo, un problema del corazón, un derrame cerebral... creía que era eso lo que me sucedía. La clave está en aceptar que todo eso va a suceder y, después, repetirte estas tres oraciones".

Estoy teniedo un ataque de pánico

Es fundamental para entender que no estás muriendo. Cuando comprendas que todo lo que te sucede es normal, simplemente parte del ataque de pánico, el miedo desaparecerá un poco y podrá ayudarte a pensar con claridad y relajarte.

Acepto que es incómodo

Cuando intentas no enfrentarte a la corriente compruebas que, después de todo, no era tan terrible como creías. En el caso de los ataques de ansiedad, si intentas forzar que se detenga es probable que la experiencia sea peor. Solo a través de ellos puedes enseñar a tu cerebro cómo detenerlos en el futuro. "Suena paradójico pero hay que abrazar la experiencia", explica Holstein. "Por ejemplo, yo sentía náuseas y ganas de vomitar cuando los experimentaba, así que me forcé a hacerlo. No solo no lo conseguí sino que desapareció mi ataque".

Está bien

Lo último es aceptar que está bien. No pasa nada por tener ansiedad. "Vale, sé cómo va esto" te tienes que decir a ti mismo cuando suceda, "me voy a sentir mal durante unos minutos", y de esta manera se convertirá poco a poco en una rutina. Quizá lo más difícil y lo que más cueste será empezar a ser valiente. Tienes que enfrentarte a tu miedo cara a cara y saber que, a pesar de todo, eres más fuerte que tus propias emociones.



Fuente elconfidencial.com

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