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Extensiones, el furor del cabello «quita y pon»

«Jennifer López es una de nuestras mejores clientas y lleva extensiones para divertirse, deslumbrar, sorprender... Le gusta aparecer en una alfombra roja con la melena por la cintura, y al día siguiente fotografiarse con un bob por el hombro. Es increíble como ha hecho de su pelo una fuente de ingresos espectacular, pese a ser artificial», cuenta Nikki Eslami (31 años), una jovencísima empresaria que creó a los 23 años Bellami, la firma de extensiones que hemos visto en las cabezas de Kylie Jenner, Jessica Alba o Bella Thorne. «Kylie (Jenner) recurre a ellas para el día a día porque se divierte cambiando continuamente de color y largo. Con ella hicimos nuestra primera colaboración, ‘‘Kylie Hair’’, unas extensiones verdes espectaculares». Hasta 6 largos diferentes Le cuento que se ha publicado que Ariana Grande -«es clienta nuestra», reconoce- ha llegado a gastarse hasta 18.000 dólares al mes en extensiones de cabello, pero Nikki defiende que sus extensiones cuestan entre 100 y 1.000 dólares las más caras. «Aunque es cierto que el precio final de una melena depende de la longitud, el método de colocación y la cantidad de mechones que se empleen», reconoce. «Tenemos 6 largos (entre 14 y 26 cms.) y más de 40 tonalidades, combinables entre sí para para crear dimensión, contrastes, mechas…», explica. Eslami está recorriendo el mundo en un yate de 20 millones de dólares, cromado en oro, con una piscina a bordo con cascada de cristal, un jacuzzi, spa y peluquería, y cargado de sus extensiones y pelucas, para dar a conocer su producto a peluqueros, celebridades, prensa e influencers. Y durante su atraque la pasada semana en el Támesis, bajo el Puente de Londres, esta americana de origen persa contó a ABC cómo ha levantado uno de los imperios de belleza más reconocidos internacionalmente. «Fundé Bellami hace siete años por la inseguridad que me producía mi pelo desde pequeña. Cuando era una niña, jugaba a hockey en el equipo del colegio y lo llevaba tan corto como los chicos con los que jugaba, y esto me acomplejaba tanto que ni me miraba al espejo. Mi ansia de pelo largo me llevó a querer fabricar estas extensiones, y mis padres me apoyaron porque comprendieron la inseguridad que la falta del mismo estaba generando en mí. Desde entonces siempre las he llevado, forman parte de mi, y me han devuelto la autoestima», confiesa. A precio de oro Cuenta que su empeño en crear una marca propia empezó porque, al principio, compraba el pelo en Asia a precio de oro, y procedente de las mafias que utilizan a las mujeres y venden su cabello sin su consentimiento. «Decidí crear unas mejores (son 100 por cien naturales), más baratas y procedentes de donaciones directas de mujeres, sin intermediarios, para no favorecer esas mafias». Lanzó cuatro versiones: adhesivas, para coser, de queratina y con clip, y las más populares son estas últimas, que se venden on line. «Somos una empresa 100% digital, aunque tenemos una consultoría las 24 horas del día, que trabaja con los selfies de las clientas», indica. Este pelo de «quita y pon» permite llevar un día flequillo, al día siguiente una maxi coleta y al mes siguiente una melena XXL con un balayage en las puntas. «Muchas mujeres han renunciado a maltratar su pelo y su cuero cabelludo con tintes agresivos y se las colocan en sustitución de las mechas», asegura Nikki. Y también permiten trabajarse con las planchas o tenacillas, sin dañar tu propio pelo. «Para mí, las extensiones son como ese vaquero favorito del que nunca te quieres deshacer», concluye.

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