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¿Cuál es la mejor mascarilla para hacer deporte?

Mascarilla y deporte. Dos elementos aparentemente antagónicos están condenados a entenderse mientras no exista una vacuna frente a la pandemia del coronavirus. La mascarilla es una barrera que, aunque no siempre nos proteja a nosotros, protege a los demás. Es decir, si la llevamos todos puesta, nadie puede contagiar a los demás. Y hay que usarla en todo momento, ya sea cuando acudimos a hacer la compra, paseamos al perro o practicamos deporte. De acuerdo con el presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (Semed), Pedro Manonelles, la recomendación del uso de la mascarilla se debe a dos circunstancias inherentes al deporte: el contacto y la ventilación. Según indica, en muchos deportes «existe un estrecho contacto entre los deportistas, tanto en entrenamiento como en competición. Esto favorece la propagación de la infección entre deportistas portadores sintomáticos o asintomáticos». Pedro Manonelles señala que esto ocurre especialmente en los deporte de lucha y los de equipo, pero también en aquellos individuales, como los pelotones o grupos en ciclismo y las carreras de fondo. La otra circunstancia es la ventilación pulmonar por el esfuerzo, es decir, el aire que es inhalado y exhalado en cada respiración. Concretamente, de los 6-7 litros que ventilan los pulmones en reposo, se puede pasar a ventilar 100-150 litros por minuto en esfuerzo intenso. «Esta situación supone que un recinto cerrado puede recibir cientos de litros de aire de deportistas que estén entrenando, que vuelve a ser utilizado por ellos mismos. Si uno de ellos es portador, contagiará a algunos o todos de sus compañeros», explica el presidente de la Semed. Reducir riesgos Se recomienda el uso de la mascarilla en la práctica deportiva, pero ¿cuál es la mejor alternativa entre el amplio abanico de opciones a nuestro alcance? La respuesta de Pedro Manonelles es clara: «Solo se pueden usar las mascarillas quirúrgicas. Las FFP2 no permiten respirar suficientemente en situación de esfuerzo». A este respecto, un estudio analizó los efectos del uso de las mascarillas quirúrgicas y FFP2 en pleno esfuerzo máximo de adultos sanos. El estudio, realizado en la unidad de Cardiología del Policlínico y la Universidad de Leipzig, en Alemania, comparó dichos efectos con los que se producen cuando no se utilizan las mascarillas. El resultado fue que el uso de las mascarillas FFP2 disminuía notablemente prácticamente todos los parámetros estudiados, como los cardiorrespiratorios o los metabólicos. En cambio, el uso de las quirúrgicas no afectaba más que a algunos parámetros de confort, como el calor o la resistencia a la respiración. Mala ventilación Como recuerda Pedro Manonelles, «el uso adecuado de la mascarilla no supone ningún riesgo para la salud». Y para lograr esto hay que llevar a cabo una adaptación progresiva de su uso. De forma que empecemos con actividades de menor intensidad hasta que nos hayamos acostumbrado a ellas. También hay que tener en cuenta el lugar donde realicemos la actividad física. El presidente de la Semed recuerda que «el mayor riesgo de contagio se da en ambientes cerrados, con mala ventilación, con poco espacio y con mucha aglomeración de personas realizando actividad física intensamente». Por incómodo que pueda resultar el uso de la mascarilla, no hay que dejar a un lado el deporte. Ya que, como afirma la doctora y presidenta de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), Irene Bretón, «es el momento de aprender a cuidarse. Todas las enfermedades que tienen que ver con nuestro estilo de vida, como la obesidad, diabetes o la hipertensión, agravan mucho el coronavirus». Además. las personas con sobrepeso, especialmente si son sedentarias, tienen una peor respuesta inmunológica.

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via abc.es

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