Viajar a Turquía y recuperar el pelo que tenía a los 17 (y VI): un año después del trasplante capilar, adiós a las entradas
Ha llegado el final del camino. Hace un año y pocos días estaba en Turquía metido en un quirófano, con cierto pánico por lo que pudiera pasar, pero con la esperanza de despedirme de mis entradas. Quería recuperar aquella melena rubia que tenía en los últimos años de colegio y, aunque no hemos llegado a ese punto, por lo menos sí me vuelvo a ver como cuando empecé la universidad. Después de mucho pensarlo, el verano pasado me atreví a viajar a Turquía a la clínica del Dr. Serkan Aygin para someterme a un trasplante capilar. La operación fue larga (más de cinco horas), pero salió muy bien y volví a Madrid rapado al cero y con unas pequeñas costras que desaparecieron a las pocas semanas. Desde entonces, el pelo ha ido creciendo, cogiendo forma y también fuerza. Ya no se parece al de un bebé, como pasaba hace unos meses, sino que también ha ganado en densidad. Hasta he tenido que ir a la peluquería después de más de un año… En estos tres meses que llevo sin escribiros, el crecimiento del pelo prácticamente no se ha notado. Los huecos que tenía ya se habían tapado tiempo atrás y solo faltaba que el trasplante capilar se asentara del todo. Y eso es lo que ha ocurrido. Después de un año, ahora sí que puedo decir que el pelo es mío y no un poco de tapadillo como podía hacerlo hace 10 o 15 semanas. Ahora estoy a la espera del informe final del Dr. Aygin, aunque me han adelantado que es bastante positivo. Incluso ahora me puedo peinar de otra manera, olvidándome de la raya en medio para que no se vieran las entradas. Lo que sí he notado, quizás más por haber sido verano, es que el pelo se me ha oscurecido. Yo, rubio nivel ya quisieran los nórdicos entre julio y septiembre, ahora parezco casi más castaño, aunque todo tiene su explicación y su arreglo. La razón es sencilla: como el pelo que te ponen es de la parte trasera, donde suele dar menos el sol, suele ser un poco más oscuro, por lo que al llevarlo junto con el resto da la sensación de que ya no es tan claro. ¿La solución? También sencilla… un poco de sol, un poco de mar… y tiempo, que ya clareará. Lo del color de pelo me lo comentó bastante gente en verano. También es normal, porque son personas a las que no veo demasiado, prácticamente solo en vacaciones, y algunas ni se habían enterado de mis peripecias por Turquía. De hecho algunas ni notaron lo que me había hecho, algo positivo porque indica que se nota el crecimiento del pelo pero no de forma artificial. Como si simplemente me hubiera cambiado el peinado y ahora tuviera el pelo más largo, vamos. Quien sí que lo notó fue mi peluquera. Entre que me raparon en Estambul y que me volví a pasar la maquinilla durante el confinamiento, llevaba más de un año sin pasar por allí, así que cuando me acerqué a pedir cita casi me hicieron la ola. Ella, acostumbrada a que le dijera «córtame para que no se me vean las entradas», vio pronto que algo había cambiado y sus sensaciones fueron muy buenas. «Ya me dirás dónde te lo han hecho, porque es de los mejores que he visto», me reconoció. A mí lo que me importaba realmente era que pareciera natural y que cuajara… y así ha sido. De todas formas, por muy bien que quede al final, siempre tendrás algún amigo puñetero que te busque las cosquillas y que te diga que aún te quedan entradas o que te podías haber puesto más pelo. Y lo tendrás que aguantar, poniendo la misma cara que ponías antes del trasplante, similar a la del emoji que mira hacia un lado con los ojos entrecerrados. Pero ahora ese emoji tiene pelo.
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