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El lujo mogol y de los marajá deslumbra Nueva York

Cartier tenía pocos clientes en las décadas de 1920 y 1930 como el marajá Bhupinder Singh, de la ciudad punjabí de Patiala, en India. Singh se embarcaba hacia Francia con baúles llenos de diamantes y piedras para que la joyería parisina montara joyas a su gusto. La opulencia legendaria de estos señores feudales indios se hacía carne en esos baúles y se entroncaba con la de los emperadores mogoles de los siglos XVI y XVII, cuyas fortunas alimentaban la imaginación de los europeos de la época. Un comerciante británico aseguró que el Shah Jahangir tenía en su tesoro del palacio de Agra más de medio millón de quilates de esmeraldas. Muchas de ellas llegaron desde la actual Colombia, bajo el Imperio Español, y que los portugueses comerciaban por todo el mundo. La conexión entre esa exuberancia mítica de la India y Occidente se recupera a partir de hoy en Nueva York. Christie’s expone hasta el próximo martes las joyas que sacará a la venta en la subasta «Magnificencia mogol y marraja», prevista para el miércoles. Para la compañía estadounidense, se trata de «la venta de joyería más importante desde que la colección de Elizabeth Taylor se subastó en 2011». En aquella ocasión, las joyas que acumuló la actriz se vendieron por 115,9 millones de dólares, cifra récord para subastas de joyas. Las joyas son una parte de la colección Al Thani, cultivada en pocos años por el jeque Hamad Bin Abdullah Al Thani, con el asesoramiento de Amin Jaffer. Saldrán a la venta cerca de cuatrocientas piezas, solo una fracción de las seis mil joyas que forman la colección, que a partir del año que viene se alojará en un nuevo museo en París, en el Hôtel de la Marine, en la plaza de la Concordia. La exuberancia de lo que se expone en la sede de Rockefeller Center ciega la vista. Son joyas que recorren cinco siglos de riqueza desbordada. Arranca con los imperios mogoles, con tesoros como la daga de jade que perteneció al Shah Jahan, el mismo que ordenó la construcción del Taj Mahal; o una copa, también de jade, rematada con una cabeza de ibex de tanta belleza que un emperador chino le dedicó un poema. En las cortes regionales también se cultivaba ese esplendor, como se ve en magníficas piezas para turbantes, en un collar de del nizam de Haiderabad con un total de doscientos quilates en diamantes o en el diamante «Arcot II» de 52,58 quilates, que Muhammad Ali Wallajah Nawab regaló a la reina Charlotte, esposa del rey Jorge III de Inglaterra. En el siglo XX, la aristocracia india requirió los servicios de los mejores joyeros europeos para sus colecciones. Bulgari, Cartier, Janesich, Mellerio dits Meller o Mauboussin fueron algunos de los que prolongaron esa tradición joyera. Un broche de diamantes firmado por Cartier es el lote de mayor estimación: entre 10 y 15 millones de dólares. La colección -que se completa con algunos ejemplos de joyería contemporánea- acabará en manos de fortunas de todo el mundo, que se fajarán por incluirlas en sus joyeros. De momento las únicas que han disfrutado de ellas son un grupo de mujeres influyentes, como Amanda Hearst, Lauren Santo Domingo, Aerin Lauder o la española María Dueñas Jacobs. La fotógrafa Claireborne Swanson Frank las ha retratado con los tesoros como aperitivo de la subasta.

Fuente Belleza http://bit.ly/2IE1fBi
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